(Publicado en Jurídica N° 308, de 22-06-2010)
Francisco José
DEL SOLAR ROJAS
Abogado por la PUCP y la U. Central de Venezuela (UCV)
Postgrados en Derecho, Historia y Ciencias de la Comunicación.
Profesor de Derecho en la UIGV.
En dos tomos, el destacado procesalista iqueño, Juan Federico Monroy Gálvez (Pisco, n. 1950), nos presenta la segunda edición corregida de su extraordinaria obra Para “mi otro corazón”, sobre Derecho, Proceso y otras angustias, editada por Communitas, Lima, abril, 2010 (Tomo I, 524 pp; Tomo II, 382 pp.). La primera edición apareció en junio 2000, y tuvo una gran aceptación en nuestra comunidad jurídica.
En verdad, leer o releer a Monroy es un inmenso placer y una sincera invitación a la reflexión y a la toma de conciencia de que tenemos la obligación moral de ser mejores. Artículo tras artículo, párrafo tras párrafo, línea tras línea, el autor nos contagia su humanismo lleno de amor e identificación con lo peruano, con la democracia, con la justicia, con la equidad, etc. Todo ello, pleno de amistad, de aprecio y esperanza en el cambio. De ahí su permanente denuncia viril y corajuda de la injusticia y del abandono en que se encuentran millones de nuestros compatriotas. A los cuales, nuestro sistema jurídico, político, social y económico les ha dado la espalda, y para quienes reclama mayor preocupación y atención orientada hacia la realización de ellos como seres humanos y como peruanos.
“MI OTRO CORAZÓN”
Para todos los que podemos pensar y adherir al sentir de Monroy Gálvez, formamos parte –al decir de él– de “mi otro corazón”, esto es, somos y seremos “amigos” de Juan Federico, al igual como entienden esta expresión los nativos de la tribu Guaraos, perteneciente al gran río Orinoco. En suma, la obra de este ilustre jurista es un responsable y sincero llamado a cerrar filas a favor de las grandes mayorías nacionales que, desde antaño, esperan que se les haga justicia con más y mejores servicios públicos –salud, educación, seguridad, etc.– que les permita luchar y forjarse, ellos mismos, un futuro mejor.
Paola, la amada hija de Monroy, ocupa el lugar privilegiado en la dedicatoria. El egregio filósofo, jurista, periodista y maestro sanmarquino, Francisco Miró Quesada Cantuarias (Lima, n. 1918), nos embelesa con su preciso, conciso, hermoso y contundente prólogo, pletórico de humanismo, seguro y satisfecho con la legión de fieles seguidores y admiradores de su pensamiento, al cual e igual que Juan Federico, adherimos absoluta y plenamente.
EL AUTOR
Juan Federico Monroy Gálvez es profesor de Derecho Procesal en la Universidad de Lima. Ex-profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), en la cual se graduó de abogado. Miembro de la Asociación Internacional, del Instituto Iberoamericano y de la Asociación Peruana de Derecho Procesal. Ex-juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con sede en Costa Rica.
Sobre Monroy Gálvez, escribimos su biografía jurídica en este mismo suplemento (Vid. Jurídica N° 90, de 18-04-2006. pp. 9-11). En esa oportunidad, apuntamos: “Juan Federico Monroy Gálvez es un modelo de hombre, jurista y padre de familia que sueña junto con el pueblo, esperanzados de que en un plazo no muy lejano, haya justicia, verdad y amor en el país, con la finalidad de alcanzar el desarrollo espiritual y el progreso material que todos los peruanos nos debemos”.
LA OBRA
Miró Quesada Cantuarias, apunta en el prólogo: “Los temas que aborda son muy variados, y abarcan desde el concepto del derecho hasta el entusiasmo futbolístico. Pero en todos ellos hay una constante. Un amor apasionado por el Perú. Mas no se trata de un trasnochado amor chauvinista. Su amor es realista. Es un amor, a pesar de los aspectos más negativos de nuestro país, de todo lo rescatable que hay en nuestra historia; es un amor del Perú como debe ser. Es un amor del porvenir.”
El conspicuo prologuista, a renglón seguido, agrega: ”En todos los artículos que constituyen el libro se perfila, clara y vigorosa, otra constante: la lucha por la justicia, la denuncia por la opresión, y la rebeldía ante una realidad que parece deteriorarse cada día más. Esta constante es el humanismo. Sólo enfrentando los problemas que nos agobian, desde un auténtico humanismo, en el que todo individuo sea un fin en sí y no un instrumento en manos de personas inescrupulosas o de grupos de prepotencia política y económica, podremos superar una situación en la que campean la deshonestidad y la injusticia. Todo su libro es un compromiso consigo mismo, exigente hasta la angustia, con el Perú que somos todos. Por eso, nuestra primera obligación es luchar por los peruanos menos favorecidos, que son los más, y que se debaten en la pobreza buscando un trabajo que, día a día, se aleja más de sus manos.”
En el 2000, el libro de Monroy era sumamente sugestivo e importante para entender nuestra realidad. De ahí que, el maestro Miró Quesada, afirmó: “Es difícil decidir cuáles son los artículos que más me han impresionado. En todos ellos se encuentran pensamientos interesantes, estilo literario atractivo y originalidad creadora.” Hoy, después de 10 años, siguen siendo vitales para el estudio y reflexión sobre nuestras carencias y dolencias, y junto con el destacado filósofo podemos agregar: “Los capítulos (del libro) muestran que mientras no cambiemos el sistema legal que rige, hoy, en nuestro país no podremos dar un solo paso hacia la humanización de la sociedad peruana.”
Algo más, en términos generales, son artículos que fueron publicados en los diarios El Comercio y La República, desde 1985 hasta el 2000. Queremos subrayar que Juan Federico escribió y denunció, con valentía, sapiencia y coraje, lo que otros abogados –autotilados juristas, pero muy lejos de ser reconocidos como tales– callaron y más bien prefirieron los cargos y sueldos antes que la toga y el ejemplo a las futuras generaciones. De frente enfrentó al fujimontesinismo corrupto, envilecedor y anestesista de las verdaderas demandas populares, de la exigencia de la dignidad y primacía de la institucionalidad. Ahí la gran valía de este jurista, de este luchador por las causas justas, de este hombre singular y ejemplar esposo y padre de familia, extraordinario amigo y compañero.
INTRODUCCIÓN AL DERECHO
En efecto, el libro tiene una temática variadísima imposible de resumir en un comentario periodístico. Empero, resaltaremos tres o cuatro aspectos fundamentales, a nuestro modesto juicio. Veamos.
Palabras más palabras menos, Juan Federico demanda una mejor educación secundaria, la cual debe incluir el curso de “Introducción al Derecho” para que los jóvenes peruanos conozcan y defiendan sus derechos y cumplan con sus deberes, lo cual, a la postre, evitará el incremento de conflictos sociales en las relaciones intersubjetivas de los futuros ciudadanos.
Ello, sin duda, evitará la desinformación –que en Derecho se manifiesta en indefensión– y la cual sustenta un sistema social injusto, empero, así también de manera definitiva, contribuirá a disminuir la corrupción, la violencia, la injusticia y la miseria. A la par, demanda también mejores sueldos para los maestros, jueces, servidores públicos de salud, educación, etc.
CONTRA EL APLICADOR DE LA LEY
Comúnmente llamado “operador del derecho” que, mutatis mutandis, es el mero aplicador literal de la norma jurídica, sin valorar ni pensar en los hechos, en las circunstancias, en la cultura y niveles sociales. Esto es, aplica la ley como si fuera un catálogo técnico de procedimiento cual operario mecánico. De ahí que, Monroy, apunta: “para que el juez interprete necesita una norma de máxima jerarquía que lo faculte a romper el infame corsé que reduce su función a la de un aplicador literal de la ley”.
Qué duda cabe, que esto es el más puro y rancio positivismo jurídico contra el cual estamos los abogados humanistas o neoiusnaturalistas. Consideramos al igual que el iusfilósofo alemán Hermann Kantorowicz (1787-1940) que el juez puede y debe resolver contra el absolutismo de la ley (contrarius legem) o al decir de Monroy: “Lo trascendente es que sea la Constitución –la carta magna– la que conceda a cualquier juez la facultad de adecuar la norma al caso concreto, creando de paso derecho.” Nosotros siguiendo los planteos de Miró Quesada y Monroy, hemos escrito contra la “infeliz denominación” de “operador del derecho” (Vid. Jurídica N°s 101 y 102, de 4 y 11-07-2006, respectivamente; y El Peruano, 9-09-2008. p. 13. Carlos Augusto Ramos Núñez, Jurídica N° 172, de 13-11-2007).
UN PROBLEMA NACIONAL
Con honestidad y meridiana sinceridad, Monroy, afirma: “Ninguna ley ni poción mágica va a solucionar un problema nacional, éste es regularmente producto de un proceso histórico en el que la inteligencia o el dolo han hipotecado la solución a acreedores mezquinos pero poderoso” (...) “Una identidad nacional no se construye con una descripción del pasado que después nos condena. Mucho menos si es encubridora de una historia que enorgullecería a cualquiera” (...) “Sólo cuando sepamos realmente quienes hemos sido, sabremos quienes somos y, sobre todo, lo que debemos hacer para llegar a loi que en conciencia nos corresponde ser”. Estamos de acuerdo con Monroy porque tenemos que reescribir nuestra historia nacional. El nacionalismo y el patriotismo son buenos en la medida que no sean enfermizos porque distorsionan la realidad, se pierde objetividad. Toda la historia que conocemos está plagada de historicismo y etnocentrismo, lo cual nos ha causado mucho daño y nos ha llevado por un equivocado camino que afortunadamente hemos comenzado a cambiar a partir del año 2000. En este sentido, creo que Juan Federico y sus seguidores debemos sentirnos orgullosos y satisfechos por que el maestro no ha “arado en el mar” como expresó el Libertador Bolívar, al ver como se desmoronaba su gran obra de libertad, independencia e integración.